jueves, 20 de agosto de 2015

OBA Festival (parte II)

Sábado de Piragües y segundo día del OBA Festival. Después de haber dormido bien y comido mejor, pillé un taxi en Cangas de Onís con destino a Arriondas. Aproveché la oportunidad para comentar con el taxista cómo había ido el verano. La conclusión que sacamos fue que junio y julio vinieron fuertes en cuanto a afluencia de turistas. En agosto, parece que se ha experimentado un leve descenso, pero nada que ver con años anteriores. La crisis parece que empieza a suavizarse, pero aún queda mucho para que todos percibamos las mejorías.
También me comentó que el OBA no generó tantos viajes como el Aquasella y que los señores de verde se aburrieron de lo lindo toda la noche. Así que se dedicaron a hacer controles por doquier. Cuidadín con coger el coche durante el Descenso. Hay alternativas de sobra para desplazarse. Además, nos podemos ahorra preocupaciones innecesarias como “¿dónde he aparcado el coche?”, “¿daré positivo?”, “¡mierda, no hay dónde aparcar!” o “¡Joder, menudo atasco!”. Y si bebes, no conduzcas, ya lo dijo Stevie Wonder:


Al llegar a Arriondas, me dirigí al Apeaderu, donde el ambiente no había decaído. Un montón de gente se arremolinaba a la entrada. Por poner un pero, los bordes de las aceras estaban a rebosar de cristales y botellas. Sirva esto para dar un toque de atención al Ayuntamiento de Parres y a los servicios de limpieza. Es comprensible que son unas fiestas muy concurridas, pero da muy mala imagen y es incómodo tener que andar esquivando botellas y mierda cada tres pasos.
El plan para este día fue parecido al de la jornada anterior: tomar la primera en Arriondas, ir caminando hasta el OBA y regresar otra vez a pie.
Al llegar al recinto, pudimos observar que había un poco menos de gente, pero eso no nos hizo desistir. Llegamos sobre las 22 horas y dimos un garbeo por la zona de conciertos, donde estaba pinchando un dj. Al entrar, volvimos a encontrarnos con la segurata escrupulosa, pero esta vez estaba más relajada. Para evitarnos otro incómodo cacheo gratuito, preferimos pasar por donde su compañero, (tranquila, no te guardamos rencor).
Me encontré con un colega que llegó a las cuatro de la tarde para ver la Holy Party, una especie de recreación de una fiesta tradicional de la India, donde el color es el principal protagonista.


Me contó que fue una hora bastante extraña para celebrar este evento, pues la gente todavía se estaba desperezando en sus tiendas. “No me perdí gran cosa”, pensé.
Nos entró hambre y ganas de sentarnos, así que regresamos a la zona de día, dispuestos a probar las hamburguesas del Pepita. Hicimos cola un buen rato hasta que nos dimos cuenta de que la fila de gente era para recoger pedidos en vez de encargarlos. Se nos quedó un poco cara de gilipollas pero bueno, son cosas del directo y de la caraja de dos días de fiesta.
El precio de las hamburguesas era de 7 euros y, la verdad, merecían la pena en comparación con los otros puestos. Yo me pedí una de ternera con salsa de queso azul, cebolla pochada, tomate y lechuga. La carne se notaba que era de calidad y el tamaño era correcto.
Nuestro siguiente objetivo era ver a El Columpio Asesino, el grupo que más me atraía del cartel del festival. Íbamos a esperar hasta las 12 de la noche, cuando estaba programada su actuación, pero empecé a oír a Prodigy y nos animamos a ver quién pinchaba. Era Hugo Le Loup. La gente se iba congregando en torno al escenario para pillarse un buen sitio. El dj no lo hacía nada mal e iba encadenando temazo tras temazo sin que nos diésemos cuenta. Me sorprendió el Bliztkrieg Bop de los Ramones en 8 bits (como los sonidos de la Game Boy).
Nos entraron ganas de mear y fuimos a los baños. Lo bueno es que no estaban ni sucios, ni colapsados. Pero lo que más me llamó la atención fue que tenían a un tío con un rollo de papel entre sus dos dedos índices, para ponerlos a disposición de los usuarios. Estuve hablando un rato con él y le pregunté por qué lo tenían así. Me respondió que era un trabajo como otro cualquiera. A mí me pareció, sinceramente, denigrante. Si la organización lo hace para ahorrar papel o para que no se atasquen los retretes, creo que hay mejores maneras que tener a un empleado todo el tiempo de pie con un rollo en entre las manos. Espero que, por lo menos, estuviera bien pagado.
Dieron las 12 y nos fuimos a la zona del escenario para ver al El Columpio Asesino, el plato fuerte de la noche. El speaker los presentó en euskera y se le notaba que tenía la voz un poco cascada. Sería cosa del orbayu asturiano. Me fijé en la zona VIP y había menos gente que día anterior. Normalmente, suelen ir autoridades y gente importante a la que invitan, aunque también se pueden adquirir entradas por un precio sensiblemente superior. La diferencia entre la zona VIP y el resto de zonas es que en la primera puedes pagar con euros sin tener que cambiar tiques, te ponen algo de catering y te sirven las bebidas en vasos de cristal.
Pero volvamos a la parte musical. El Columpio Asesino comenzaron a desplegar su sonido. Impecable una vez más. El juego de luces también era bastante elaborado. Los pamplonicas empezaron un poco fríos para mi gusto, pero correctos. El show iría de menos a más. Tienen un aire siniestrillo ochentero que me hace recordar a Parálisis Permanente. Como ya dije, no soy un entendido en esto del indie, pero no me decepcionaron. Las guitarras sonaban contundentes y las voces se percibían claramente. Esto demuestra que no hace falta gastarse un pastizal en un equipo de 230.000 watios para alcanzar una calidad aceptable. “La potencia sin control no sirve de nada”, que rezaba aquel anuncio de Pirelli.

El punto álgido del concierto fue “Toro”, todo un single que combina perfectamente guitarras afiladas con sutiles arreglos electrónicos. Aquí os dejo una actuación de El Columpio Asesino en el Arenal Sound del año pasado:


Lo malo es que se nos hizo cortísimo el concierto, lo bueno, que lo pasamos bien echándonos unos bailes. Eso sí, a partir de ciertas horas ya notábamos el cansancio y decidimos regresar a Arriondas, no sin antes escuchar un par de temas de Monarchy. Éstos son un grupo inglés, para mí, desconocido. La verdad que a mí me dejaron indiferente, pero no soy quién para juzgar a un grupo sólo por un par de canciones. Aquí os dejo uno de sus videoclips para que os forméis vuestro propio criterio:


Yo ya he sacado mis conclusiones acerca del OBA Festival. Ahí van:
1- La propuesta, aunque no coincida con mis gustos, no me desagrada y comprendo que, al ser la primera edición, todavía hay mucho margen de mejora. Así que, desde este humilde blog, les doy mi voto de confianza.
2- El sonido fue lo mejor del festival. Correctísimo y potente. Ninguna pega, tanto para las actuaciones de los dj's, como para las de los grupos.
3- En cuanto a negocio, no creo que haya sido un éxito de taquilla, pero esto también puede ser favorable para los asistentes: sin aglomeraciones, servicios limpios, sin colas para pedir en las barras y, pese a que el primer día llovió algo, el prau estaba bastante transitable.
4- Eché en falta algún grupo asturiano en el cartel. ¿Qué menos que un festival que se celebra en Asturias, lleve, al menos, a un representante de la tierra?. Grupos como Chiquita y Chatarra, Stormy Mondays o, incluso, Nacho Vegas, no desentonarían con el tipo de público al que va destinado el festival. Además, aseguraría la asistencia de los fans de la zona.
5- Lo estuve comentando con varia gente de allí y estuvimos de acuerdo. No entendemos porqué han llamado OBA Festival a este evento. Si es por los campos de la Oba, están en Ribadesella y el festival se celebra en el concejo de Cangas de Onís, (aunque quede a medio kilómetro de Arriondas). Quizá sea cuestiones de branding que se nos escapan.
6- Me pareció buena la idea de poder acampar al lado del coche, aunque no haya tenido mucha acogida. A lo mejor, reduciendo un poco el precio se animaría más la gente, sobre todo, los que vienen de fuera de Asturias.
7- Los controles entre zona y zona me parecieron un poco desproporcionados. Si me pido un cachi en la zona de conciertos y quiero irme a la zona de alimentación a bebérmelo sentado, no veo razón de peso para prohibírmelo. Estoy consumiendo en el mismo recinto y, si me tratas bien y no me pones restricciones, voy a consumir más. Todos salen ganando.
La pregunta del millón es: ¿Repetiría la experiencia? Pues sí. No me importaría volver. A ser posible, con acreditación para poder cubrir a todos los grupos como se merecen. Pero puedo decir que, pese a los fallos que he expuesto, me lo he pasado bien. Eso es lo que cuenta, ¿no?.
En la próxima entrada os contaré mis aventuras por tierras gallegas. Os adelanto dos palabras: LICOR CAFÉ.


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