martes, 10 de mayo de 2011

Diario de Viaje III

Camelias
 Un intento de bodegón, con centollos y una espumadera.
 Esto es lo que veo cada mañana cuando me levanto en mi habitación de casa de mi abuela.
 Una salamandra de paseo nocturno. Aquel día la humedad se podía tocar.
Debajo del hórreo, la leña cortada y palos para plantar guisantes.
 Detalle de un rosal. Me llamó la atención porque la mayoría de las fotos que veo en las que retratan flores, éstas salen perfectas, sin manchas, inmaculadas. En cambio, esta me parece más bella. Muestra sus imperfecciones, su decadencia. Pero aún así, sigue atrayéndonos la vista. Es bonita tal y como es.
 Este hórreo estaba ubicado en otro pueblo. Se trasladó hasta aquí en 1983. Fue idea de mi madre, a la que le apasionan las antigüedades y las cosas rústicas. Para quien no lo sepa, los hórreos son construcciones típicas asturianas que hacían las veces de granero. Su estructura peculiar, sustentada por pilares de piedra o madera llamados pegoyos, buscaba que la cosecha se conservase en un lugar fresco y alejado de roedores. Los hórreos carecen prácticamente de clavos y puntas para sustentarse. La tarea de montarlos y desmontarlos requiere de cierta pericia, pues es como si se tratara de armar un puzzle gigante. El abuelo y el padre de Luis (colega desde que tengo uso de razón), son de las pocas personas que entienden de esta profesión, que va desapareciendo poco a poco.  
  En los hórreos de antaño, se solían colgar riestras de maíz o de cebollas. Como apunte curioso, cabe decir que la confección de las riestras de maíz, en la temporada de recogida de la cosecha, conformaban una jornada festiva conocida como "esfoyaza". En este hórreo, en cambio, mi madre optó por colgar aperos de labranza y objetos antiguos (previamente restaurados). La distribución interior de los hórreos dependía, en algunas ocasiones, de la cantidad de dueños que tenía. He llegado a ver hórreos divididos en cuatro compartimentos de diferente propietario. Ello dificulta que hoy, muchos de ellos estén en ruinas, porque sus dueños hayan fallecido o porque entre ellos no se hayan puesto de acuerdo para rehabilitarlos.
Este hórreo, en cambio, está dividido en dos habitaciones. Incontables las noches que habré dormido allí y las siestas veraniegas bien fresquito. Una vez, hasta me caí por un ventanuco desde arrinba, jugando a ser Superman. Menos mal que unas hortensias amortiguaron mi caída.
 Desorden. Esto es otro intento de bodegón.

Detalle de mi mesita. Siempre llena de libros.

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